Sigue siendo el fútbol la famosa definición de Dante Panzeri "dinámica de lo impensado".
Quilmes le ganó a Unión 2 a 1 y se acomodó en la tabla. Los goles estaban en el banco -Mauricio Carrasco y Facundo Sava- y en ese sector también estuvo lo impensado: Olivares, que ingresó en el complemento, terminó expulsado por una ingenuidad, léase "calentura".
En día de lluvia, con una injusta derrota al final del primer tiempo -inmerecida pero derrota al fin- Quilmes tuvo lo suficiente para dar vuelta un destino que parecía sellado.
Porque el primer tiempo fue muy parejo, Quilmes con más tiempo con la pelota en su poder, pero sin mucha llegada al arco santafesino -apenas un tiro de Planté que terminó con el balón en un poste- y Bianco quiso demostrar que podía cambiar la historia apelando al banco, más allá de la diferencia gramatical de una sola letra.
Y hasta los 35 minutos de esta etapa no cambió nada del resultado. Quilmes iba con voluntad, mientras su rival hacía tiempo, se quedaba atrás y dejaba que pasen los minutos, con la colaboración de un árbitro -Mauro Giannini- de muy pobre actuación.
En ese clima enrarecido, con la platea como termómetro -allí se manifiestan todos los males, cuando las cosas no salen, los goles no llegan más allá de que se los busquen, más la expulsión de Olivares por su reacción intempestiva, sin duda, producto de su juventud y de sus nervios- de pronto empezó el milagro.
En ese minuto 35, se reiteró una jugada que antes se había dado sin fortuna. Fueron cuatro situaciones de gol en una misma acción, y el final, lo remató Carrasco con acierto.
Primera explosión de la platea, y sensación de cierto alivio. Y si a eso se suma pocos minutos después el golazo de Sava, se tendrá una idea de los cambios de reacciones en ese sector del estadio, que resulta prácticamente una medida de los estados de ánimo de la sufrida hinchada quilmeña.
Porque los mismos que gritaban, contra los jugadores, con el técnico, contra el expulsado Olivares, etcétera, se transformaron, casi por arte de magia, en imaginarios ilusionistas de toda la alegría, dando rienda suelta a todas las emociones.
Como en una película de suspenso y de final feliz, Quilmes recordó los 60 años de aquel histórico partido en Santa Fe, que catapultó al Cervecero prácticamente a primera, con una victoria con sabor a hazaña.
El técnico Bianco le sacó una letra a su apellido, apeló al banco... y en el banco encontró los fondos para pagar la deuda con su gente, cuando las críticas arreciaban, porque Carrasco y Sava en pocos minutos le dieron los dividendos necesarios, como para ir a Rosario con otro rostro, porque el fútbol no se detiene y ya el martes hay una nueva apuesta con Tiro Federal. Y si eso no alcanzara, el sábado próximo llega San Martín de Tucumán al Centenario.
Por supuesto, el camino a recorrer es muy largo, pero en estos partidos-bisagra, contra rivales directos en la lucha por los primeros lugares, vale la pena celebrar este triunfo. Sirve para mejorar las cosas, corregir errores y encarar lo que viene con otro rostro.
El final fue un estallido, antes había pasado de todo, desde el sufrimiento, la angustia y la preocupación, y ese desenlace favorable permitió descargar tanto estrés. Había sido un partido demasiado conversado, muy interrumpido, y parecía que, como tantas veces, el visitante se iría con la sonrisa, que definitivamente fue para el que la buscó de todas las maneras, a veces equivocadas, pero por lo menos nunca resignó sus propósitos.
Mauro, el joven hincha cervecero, se fue con toda la alegría del Centenario, y prefirió hablar del Milagro de Quilmes, por la forma en que se dio el resultado. Milagro o no... los tres puntos se quedaron en casa, y eso es lo que en definitiva se valora.
Quilmes le ganó a Unión 2 a 1 y se acomodó en la tabla. Los goles estaban en el banco -Mauricio Carrasco y Facundo Sava- y en ese sector también estuvo lo impensado: Olivares, que ingresó en el complemento, terminó expulsado por una ingenuidad, léase "calentura".
En día de lluvia, con una injusta derrota al final del primer tiempo -inmerecida pero derrota al fin- Quilmes tuvo lo suficiente para dar vuelta un destino que parecía sellado.
Porque el primer tiempo fue muy parejo, Quilmes con más tiempo con la pelota en su poder, pero sin mucha llegada al arco santafesino -apenas un tiro de Planté que terminó con el balón en un poste- y Bianco quiso demostrar que podía cambiar la historia apelando al banco, más allá de la diferencia gramatical de una sola letra.
Y hasta los 35 minutos de esta etapa no cambió nada del resultado. Quilmes iba con voluntad, mientras su rival hacía tiempo, se quedaba atrás y dejaba que pasen los minutos, con la colaboración de un árbitro -Mauro Giannini- de muy pobre actuación.
En ese clima enrarecido, con la platea como termómetro -allí se manifiestan todos los males, cuando las cosas no salen, los goles no llegan más allá de que se los busquen, más la expulsión de Olivares por su reacción intempestiva, sin duda, producto de su juventud y de sus nervios- de pronto empezó el milagro.
En ese minuto 35, se reiteró una jugada que antes se había dado sin fortuna. Fueron cuatro situaciones de gol en una misma acción, y el final, lo remató Carrasco con acierto.
Primera explosión de la platea, y sensación de cierto alivio. Y si a eso se suma pocos minutos después el golazo de Sava, se tendrá una idea de los cambios de reacciones en ese sector del estadio, que resulta prácticamente una medida de los estados de ánimo de la sufrida hinchada quilmeña.
Porque los mismos que gritaban, contra los jugadores, con el técnico, contra el expulsado Olivares, etcétera, se transformaron, casi por arte de magia, en imaginarios ilusionistas de toda la alegría, dando rienda suelta a todas las emociones.
Como en una película de suspenso y de final feliz, Quilmes recordó los 60 años de aquel histórico partido en Santa Fe, que catapultó al Cervecero prácticamente a primera, con una victoria con sabor a hazaña.
El técnico Bianco le sacó una letra a su apellido, apeló al banco... y en el banco encontró los fondos para pagar la deuda con su gente, cuando las críticas arreciaban, porque Carrasco y Sava en pocos minutos le dieron los dividendos necesarios, como para ir a Rosario con otro rostro, porque el fútbol no se detiene y ya el martes hay una nueva apuesta con Tiro Federal. Y si eso no alcanzara, el sábado próximo llega San Martín de Tucumán al Centenario.
Por supuesto, el camino a recorrer es muy largo, pero en estos partidos-bisagra, contra rivales directos en la lucha por los primeros lugares, vale la pena celebrar este triunfo. Sirve para mejorar las cosas, corregir errores y encarar lo que viene con otro rostro.
El final fue un estallido, antes había pasado de todo, desde el sufrimiento, la angustia y la preocupación, y ese desenlace favorable permitió descargar tanto estrés. Había sido un partido demasiado conversado, muy interrumpido, y parecía que, como tantas veces, el visitante se iría con la sonrisa, que definitivamente fue para el que la buscó de todas las maneras, a veces equivocadas, pero por lo menos nunca resignó sus propósitos.
Mauro, el joven hincha cervecero, se fue con toda la alegría del Centenario, y prefirió hablar del Milagro de Quilmes, por la forma en que se dio el resultado. Milagro o no... los tres puntos se quedaron en casa, y eso es lo que en definitiva se valora.
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