QUILMES, DE LA RAFAGA A LA FRUSTRACION

Quilmes, de la ráfaga al desequilibrio, de la desconcentración o la distracción al entuasiasmo, esto es Quilmes, esto es fútbol, no por lo que juega sino por lo que intenta el Cervecero.
El triunfo en Comodoro, con esos 7 minutos increíbles, que dieron vuelta un 2 a 0 quedó atrás, y en la vuelta al Centenario fue derrota 2 a 1 con Atlético Tucumán, con dos errores en ambos tantos del adversario -el primero menos doloroso que el segundo, en este caso un horror de Pontiroli- y con un gol del Pájaro Marclay en su vuelta al Centenario después de tanto tiempo de ausencia por lesión.
Hacía mucho calor en la cancha de Quilmes, un clima más para la playa o el parque que el de dejarse atrapar por el solcito quemante de la tarde de fútbol.
Pero el fútbol, y Quilmes, tienen estas cosas, que superan cualquier cuestión de la razón. Y ahí fuimos.
Y esta vez fue el tiempo de las dudas, la incertidumbre, la frustración. Porque el equipo no apareció, el rival supo aprovechar los errores del local -llegó tres veces y concretó dos goles, en ambos por fallas del local, sobre todo en el segundo donde Pontiroli pagó caro su desconcentración y entró en la galería de los bloopers que suelen enviar los programas que aglutinan goles tontos- y se fue a Tucumán con tres puntos impensados.
Quilmes fue una convención de intenciones, sin ideas ni equilibrio, con jugadores que estuvieron en la cancha 90 minutos y prácticamente no aparecieron -el caso más patético fue el del Máquina Giampietri, un capricho del técnico que en partidos como éste terminan siendo un bumeran- y con voluntades que tropezaron con la falta de juego colectivo.
Atlético se puso en ventaja rápidamente, con un error defensivo quilmeño, y pudo mantener la ventaja porque el rival no pudo o no supo llegar al arco visitante. Si a eso se suma el gol-blooper de Pontiroli en el segundo tiempo, se tendrá una idea de la desazón con que el hincha tomó las cosas, ya que ni siquiera el descuento del retornado Marclay cambió los rostros.
El hincha, que con esto de no poder ir de visitante sólo ve al equipo en casa, goza muy poco (sobre 7 partidos Quilmes ganó dos, con Defensa y Los Andes), y no puede conformarse con lo que se suma afuera.
En todo caso el buen resultado en otro estadio es una motivación para ilusionarse, y de pronto aparece un partido como el de hoy, con más sombras que nunca. Así empiezan los murmullos, los insultos, la molestia, el malestar. ... Giampietri, Pontiroli con su blooper, el paraguayo Sosa y sus despropósitos, el individualismo de Diego García o de Olivares, los cambios del técnico -sacó a Alemanno y le quitó ayuda al goleador Morales- todo se ve con ojo crítico, desatando la bronca del final.
Ahora vendrán dos partidos afuera, el 17 con Unión en Santa Fe y el 22 con Ferro en Caballito, por lo que recién casi a fin de mes el público quilmeño podrá estar cara a cara con sus jugadores. Dos semanas para dilucidar muchos interrogantes que quedaron picando: ¿seguirá la irregularidad?¿Se acentuará el descontento? ¿O los jugadores y el cuerpo técnico se tomarán las cosas en serio y recuperarán el terreno perdido?
Pascutti tendrá mucho trabajo de aquí en más, incluso una resolución puntual después del grueso error de Pontiroli. ¿Lo bancará o apelará al suplente Matías Giordano?
En fin, esto es el mundo Quilmes, tan parecido al paìs como nadie. En todo caso, podrá decirse que se incrementó el riesgo país, mejor dicho el riesgo Quilmes. Habrá que ver de qué manera se resuelve esta incertidumbre ... porque, no debe olvidarse, en Comodoro sopló la ráfaga quilmeña, y ahora se volvió a las sombras, que sólo se pueden disipar con la luz que impone encontrar lo más rápido posible el soñado equilibrio.

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