EL ESPECTACULO DEBE CONTINUAR

"Fútbol, pasión de multitudes". El latiguillo que inmortalizó el relator José María Muñoz volvió a cruzarse con una preocupante realidad, un joven de 21 años, hincha de Vélez, asesinado en el camino hacia la cancha de San Lorenzo. El partido no se jugó porque los hinchas visitantes se encargaron de mostrar su bronca, y pretendiendo romper el alambrado, obligaron al árbitro Héctor Baldassi a no iniciar el encuentro.
Una víctima más de la sin razón, un chico más pagando con su vida la acción de la barbarie.
Pero el espectáculo debe continuar. Más allá del dolor de una muerte, una más en el fútbol argentino, la pelota siguió rodando. La AFA no quiso detener la fecha, quizás pensando que hacerlo era hacer ganar esta batalla a los violentos. Pero también pesó seguramente el tremendo negocio de la televisión, que quizás esté imaginando, como alguna vez se dijo, un fútbol con un estadio vacío, sin espectadores, sólo con los protagonistas.
Esta muerte volverá a lograr que se escriban ríos de tinta, con aquellos que al mejor estilo juez Perrotta pretenderán parar el fútbol para buscar una solución más eficaz que los paliativos que hasta ahora se aplicaron (si en el ascenso se juega sin público visitante, ¿no será el momento de instrumentar la misma medida en primera, porque las causas son similares... o acaso tienen que seguir habiendo muertes para que se tomen decisiones fundamentales que terminen o por lo menos alivien este flagelo?
Por supuesto, el fútbol es un gran negocio. Mientras la familia Alvarez lloraba la muerte de su hijo único, en Peña y Arenales, jugaban Banfield y Tigre, en Santa Fe, Colòn y Argentinos Juniors, y en Avellaneda, Independiente y Gimnasia... Y eso iba a seguir el domingo.
Julio Grondona podrá repetir hasta el cansancio que la AFA no es la responsable de la violencia. Quizás sea el reflejo de una sociedad enferma, donde la vida humana no vale un centavo.
En un contexto de inseguridad como el que se padece en la provincia, con picos en Capital y el Conurbano, aunque parezca mentira, parece ser que nos estamos (mal)acostumbrando a vivir con la muerte al lado.
La cajera de un supermercado fue asesinada en La Plata, todos los días hay muchos muertos en accidentes de tránsito, la inseguridad se cobra víctimas sin solución de continuidad.
En este terrible clima, una noticia tapa a la otra, y no se analizan las cosas con profundidad. El accidente del micro de El Rápido Argentino y el tren que iba a Mar del Plata, con 17 muertos, quedó atrás. Ni siquiera se hurgó en conocer a quién pertenece la empresa de transporte, sobre la que pesan denuncias por sacrificar a sus choferes en temporada (aunque el inefable periodista Gustavo Cherasny dijo sin desparpajo que es de Gustavo Cirigliano, también dueño de Plaza y TBA.. ).
Ha muerto un hincha más en la larga lista de quienes pagaron con su vida el simple hecho de alentar a su equipo favorito. Parece mentira, pero es realidad. Se vienen los comentarios, las causas, las consecuencias, lo mismo de siempre, el que hay que parar la pelota para barajar y dar de nuevo.
En una esas no hay fútbol en Semana Santa, como para que la significación religiosa del acontecimiento pueda ser capaz de tomar las cosas con otra filosofía (aunque desde hace tiempo sea simplemente una fecha turística, ahora increíblemente engrosada por el lunes 24, que, lamentablemente, en el recuerdo del terrible golpe militar del 76, sirve para agregar un feriado más).
De todas maneras, hay que dejarse llevar por una cuota de optimismo. Con un espíritu religioso -en sentido estricto la relación directa con Dios- vale soñar con que alguna vez nuestro bendito país sepa sacar enseñanzas de la sangre derramada, pensando que el recuerdo de Emiliano Alvarez tenga como mejor homenaje haga prevalecer el bien común por encima de las apetencias personales. Ojalá la pelota no se siga manchando, como inmortalizó Diego.
¿Cuántas personas más tienen que morir?...