NAVIDAD, CONSUMO VS. ESPIRITU

Una nueva Navidad encuentra a los argentinos con esa apuesta eterna por la cuota de paz y esperanza que siempre significa el mensaje de Jesús.
El nacimiento del Señor -Dios que se hace hombre para salvar a la humanidad- se celebra en todo el mundo, y merece los más disímiles comentarios.
En estas horas se alimenta el espíritu solidario, el ser humano parece ser más ser y más humano que de costumbre, y alienta sentimientos de fraternidad en el espíritu.
Pero, hete aquí el gran dilema que despierta la Navidad, este año como el anterior se ha caracterizado en estos días con una afiebrado "espíritu" de shopping. Los comercios han sido prácticamente tomados por los ciudadanos -por supuesto, más que nada los que pueden- a tal punto que no sólo aumentaron las ventas en sentido geométrico sino que muchos abrieron sus puertas hasta altas horas de la madrugada, ofreciendo descuentos en forma proporcional a la hora de la compra.
Se llegó al extremo de público que compró el regalo... a las 5 ó 6 de la madrugada...
El diario La Nación reflejó mejor que nadie esta dicotomía, subrayando que mientras el fenómeno del consumismo se veía exacerbado, en forma paralela decrecía el espíritu navideño. O dicho de otra manera más directa, la Navidad se tomaba como una excusa para desplegar una vocación compradora-consumidora increíble.
El padre Pablo Laguna Llano, un gran amigo bilbaíno, suele reproducir en todos sus mensajes de Navidad y de fin de año, desde Europa, esa situación que pone sobre el tapete el verdadero significado de la Navidad.
La Navidad se celebra -porque nace Dios hecho hombre- pero muchos entienden que el verdadero verbo es festejar, y toman esta fecha como un motivo para el holgorio.
Sí, sin duda que alegra la llegada del Señor con la esperanza que siempre genera ese hecho, pero preocupa que el mundo se olvide bastante del espíritu cristiano y sirva para mostrar con desfachatez las diferencias entre los que más tienen, los menos, y los que menos tienen, los más.
Pablo habla de la gratuidad en los sentimientos cristianos, que podrían resumirse en servir al otro por lo que es y no por lo que tiene, y hacerlo no como un canje, es decir esperando la retribución, sino como aquello que nace del corazón. Los sentimientos de servicio al prójimo deben partir del hecho de valorarlo como es, y no dejarse llevar por los que entienden que uno vale por el poder económico que tiene.
En esta Navidad, entonces, el mensaje es siempre el mismo, el que Cristo trajo al mundo para producir la mayor revolución de la historia, con más de dos mil años de vigencia: la revolución del amor.
Curiosas paradojas produce la Navidad. Dicen las estadísticas que son estas fechas las que mayores accidentes y víctimas producen en el año, sobre todo accidentes automovilísticos. Como una manera de contener esa situación, desde la ONG que conduce Juan Carr se ha organizado la concientización para que ésta sea una Navidad con la menor cantidad de muertes posibles. En ese sentido, el pedido es que se maneje con sobriedad y lejos del alcohol, con esta recomendación: el que maneja, no bebe, el que bebe, no maneja. En ese sentido en una esquina de Vicente López, donde el año pasado un automovilista mató a un joven y siguió de largo, se ha instalado un árbol de Navidad, alertando a los transeúntes, con la cifra 80, que es la cantidad de muertes que hubo el año pasado en las fiestas por accidentes de tránsito.
Parece darse de patadas el hecho del espíritu navideño con el festejo desenfrenado que tan lamentables secuelas produce. En todo caso, coincide con el comentario de que la Navidad se festeja y no se celebra, como debiera ser desde el punto de vista religioso de la fecha. Habrá que esperar que se vuelva al verdadero espíritu navideño, y que el furor del hiperconsumo no sea óbice para hacer olvidar el verdadero sentido de la llegada de Dios hecho hombre.

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