A SEIS AÑOS DEL ATAQUE A LAS TORRES GEMELAS

“EL TIEMPO DE LA VIDA”

Max temblaba como el movimiento que produce un celular puesto en vibrador. Ya había pasado una hora y media de cuando llegó a su casa y decidió acostarse en la cama; sentía un fuerte malestar en el pecho, un dolor muy profundo… como si le estuvieran clavando un clavo en el esternón para colocarle, luego, algún cuadro.

De tantos años de trabajo, ese día, fue el primero que llegó tarde.

Quince minutos antes de levantarse de su cama, Max abrió los ojos con severa dificultad; a pesar de que todavía era de día sentía la ausencia del sol. Se sentó en su cama como pudo. El temblor y dolor seguían presentes impidiéndole ponerse de pie.
Se dirigió al baño, que está situado en su habitación, junto al vestidor. En el trayecto se detuvo frente al espejo de pared colocado al lado de la puerta. Su tez trigueña fue maquillada por un color amarillento, como si fuera un integrante más de los Simpson.
Se masajea los ojos como queriéndolos cambiarlos y sacárselos a rosca, observa la negrura de sus ojeras y se propone a darse una ducha.

Le costó abrir la perilla del agua ya que su estado físico parecía haberle consumido todo tipo de fuerza muscular. Ni pensó en prender la radio como lo hacía habitualmente cada vez que decidía tomar un baño o afeitarse.
Sentía que el agua que caía de la ducha no era más que una molesta lluvia; se le vino a la mente todos los recuerdos vividos y los de ese mismo día. Rompió en llanto, el agua y sus lágrimas se entrelazaban cayendo sin parar por su aturdido, arrugado y amarillento rostro. Esa descarga le provocó un mínimo alivio al dolor del pecho. Pero que aún no había terminado definitivamente y daba la impresión que perduraría.
Max se dejó caer y quedó sentando en la bañadera. Pensó, buscó, pensó, buscó y no consigue explicación alguna. Tampoco deja de cuestionarse y grita:-“¿Por qué justo hoy?”-. Su voz salía desfigurada por: el llanto; el agua; la angustia; el dolor y la debilidad que llevaba cargada en su cuerpo.

El día anterior, Max había decidido festejar su cumpleaños aunque no le gustaba mucho la idea de festejar un día de semana. La encargada de convencerlo fue Susan, su eterna compañera de trabajo. Susan le decía:-“Max, si tu cumpleaños cae el Lunes 10 de Septiembre, no debes esperar hasta el fin de semana para celebrarlo”-.
Así fue. Max (un tipo soltero de madura edad) invitó a sus únicos amigos, los compañeros de trabajo de uno de los pisos más altos de las “Twins Tawer”. Esa noche sopló las incontables velitas y se quedaron hasta tarde contando anécdotas laborales y, de las más ingenuas: las de la infancia.
Se había acostado tarde, como no lo hacía desde hace tiempo, ¿Casualidad o causalidad? No sabemos, pero fue motivo por el cual salvó su vida de los atentados terroríficos sufridos el 11 de Septiembre de 2001, en las Torres Gemelas.

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