RECORDANDO A SAN MARTIN

Cosas curiosas de la Argentina. Si bien se dice que se trasladan los feriados a los viernes o los lunes, para favorecer al turismo, cuesta creer que se pase el aniversario de la muerte de San Martín de un viernes a un lunes, aunque los que saben sostienen que el fin de semana largo se aprovecha más con el lunes.
Cosas veredes Sancho, diría Don Quijote. Pero aquí conviene destacar el acto de homenaje a San Martín que realizó la Asociación Cultural Sanmartiniana de Quilmes en el atrio de la Catedral, con el acompañamiento de la banda de la Fuerza Aérea que interpretó el Himno Nacional y la Marcha de San Lorenzo.
El orador principal fue el doctor Guillermo Arbert, quien dejó enseñanzas de San Martín que seguramente siempre son útiles recordar.
Dijo que recordar a San Martín permite evocar pasajes de su vida, la noble vida del ilustre genio y eximio patriota, porque ella debe constituirse en nuestra sombra tutelar.
Como dijo Avellaneda, los pueblos que olvidan su tradición pierden la conciencia de su destino y los que se apoyan sobre tumbas gloriosas son los que mejor preparan su porvenir.
Pero los argentinos no hemos logrado aún conformar la Nación próspera, igualitaria, y pujante que soñó el Gran Capitán. Seguimos esperando que la sociedad cambie para nosotros amoldarnos a ese cambio que nos hará felices. Olvidamos entonces que debemos comenzar a cambiar nosotros para que la sociedad revierta los vicios que la hacen no sustentable como gusta decir hoy.
San Martín enfrentó grandes y poderosos enemigos externos e internos, y estos últimos le opusieron un gran número de obstáculos a lo que él se había planteado como misión. Cuando el enemigo era externo hizo uso de la fuerza, de la violencia, como último recurso ante las otras vías de enfrentamiento que hábilmente supo construir. Actuaba con sangre caliente cuando no le quedaba otro remedio, a pesar de haber sido formado en los cuarteles. En 1815, enterado de la designación de Alvear como Director Supremo, sabedor del encono de éste hacia èl y sus objetivos, decidió renunciar a su cargo, logrando que el Cabildo mendocino y el pueblo en general resistieran la designación de Perdriel en su reemplazlo y obteniendo así que su vuelta al cargo tuviese una legitimación popular que finalmente fue más fuerte que la del efímero Director. En este caso y muchos otros, su caliente sangre de soldado, profesional de la violencia como él se definía, era sagazmente enfriada por su mente superior.
Reveló ser un hombre dotado de una inteligencia preeminente y de un cerebro ponderado por sus juicios. Más que un soldado parecía un filósofo.
La conciencia, decía San Martín, es el mejor y más imparcial de los jueces que puede tener un hombre de bien y ella debe servirnos para corregirnos.
Para dejar a salvo nuestras conciencias, entonces, sólo debemos preguntarnos si hacemos verdaderamente honor a la memoria de quien tanto mencionamos en los discursos y plateas.
No se debe hacerk promesa que no se pueda o no se deba cumplir, dijo en 1819. Nosotros debemos preguntar a nuestras conciencias a cuánto cotizan nuestras promesas en la bolsa de nuestras familias, amigos y prójimo.
Al hombre honrado no le es permitido ser indiferente al sentimiento de justicia, escribió en Bruselas en 1827. Preguntemos a nuestra conciencia cuántas injusticias nos resultan indiferentes antes de autroproclamarnos honrados.
En Mendoza, en 1816 escribió, hagamos justicia a nuestra ignorancia y que el orgullo no nos precipite al abismo. Nuestra conciencia sabrá decirnos hasta qué punto sobrevaluamos orgullosamenet nuestra sabiduría.

Las máximas

Siguió diciendo Arbert. Las máximas escritasa para su hija deben llevarnos a la reflexión como sus hijos en la Patria. ¿Qué tan humanizado está nuestro carácter? ¿Cuánto amor a la verdad y odio a la mentira sentimos y demostramos cotidianamente? ¿Y nuestra caridad? ¿Y nuestro respeto a la propiedad ajena?¿Sabemos guardar un secreto? Somos indulgentes hacia todas las religiones? ¿Hablamos poco y lo preciso? ¿Despreciamos el lujo? ¿Y por último cuánto amor por la Patria y por la libertad tenemos?
Estas y muchas otras preguntas debemos contestarnos sinceramente, y si las respuestas no logran satisfacernos, tratar de que sí lo logren en el futuro.
El más grande homenaje que podemos rendir al LIbertador en este día es formularnos el decidido propósito de no sólo admirarlo, sino imitarlo y seguirlo en la limpia y luminosa trayectoria de sus virtudes ejemplares e, investidos del patriotismo, desprendimiento, coraje y tenacidad que lo adornaron, construir de una vez por todas la Patria que soñó.

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