20 de Setiembre es el Día del Jubilado. La fecha remonta a un día como hoy de 1904 cuando se sancionó la ley 4349, la primera ley de jubilación.
Este acontecimiento se vive en el país con un sabor agridulce, porque la jubilación debería ser un motivo de alegría -viene de jubileo- sin embargo se trata del sector de la población que tiene los peores recursos y que en muchos casos depende de la ayuda familiar o de tener que seguir trabajando para tomar ingresos.
Alguna vez se pensó que la jubilación debería ser el 82 por ciento del salario que percibe el sector privado, sin embargo eso se transformó en una utopía y son muy pocos los "privilegiados" que pueden vivir de una jubilación digna.
Se entendía que quien aportó durante treinta o cuarenta años, que trabajó toda su vida al llegar a los 65 años los varones y 60 las mujeres se ganaba el derecho a recuperar desde el Estado el aporte que fue dando en todo ese tiempo.
Sin embargo en un país de inflación golopante, recesiones, crisis reiteradas, etcétera, el sistema se vuelve imposible de sostener, máxime cuando se llega a una relación activo-pasivo muy diferente de la que justificaría un sistema normal.
Así las cosas el jubilado no puede festejar demasiado en su día, y solo ponerse el espejito retrovisor y recordar todo lo que ha dado para que este país merezca ser vivido y no se convierta en un lugar que resulta difícil de habitar, y que empuja a muchos a jóvenes a imaginar la salida por Ezeiza.
Ojalá que algún día algún gobierno cumpla las promesas de convertir a los jubilados (y a los niños) en los únicos privilegiados. Hasta ahora no ha habido ninguno, fundamentalmente desde que retornó la democracia hace casi cuatro décadas.
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